El Jardín Secreto (2014)
El robusto padre de Paco Ortega, sentado junto a una puerta que se cierra, ve pasar la vida y a los visitantes. «¿Qué vendrán a hacer aquí estos forasteros?», parece preguntarse con su mirada curiosa, viendo pasar el tiempo. Casi enfrente, bajo el parral, encontramos la respuesta que nos ofrece Mar Joaniquet con ‘Las manos que mueven el mundo’, que lo hacen girar para construir y también destruir nuestra existencia. Una red nos atrapa en el universo de los pecados capitales de este y otros mundos. ‘Todos somos presos’, dice con su intervención Josu Gascón, todos estamos nadando en un mar de aire en el que flota la soberbia, la gula, la pereza… El lado oscuro del vivir…
Del cielo al inframundo, un viaje alegórico en esta sociedad en crisis permanente. Estilizado, esquemático, rupestre, consumido es el ‘Otoño’ que nos propone Fernando García a la sombra de la cabecera de la iglesia de San Salvador. Es el mismo lugar escogido por Pedro Martínez de Quesada para recomponer la realidad. Su anterior ‘Composición’ ha quedado en pie pero descompuesta por unas obras de restauración en las antiguas cocinas, que vuelven a abrir sus ventanas. Ahora el artista ha edificado su nueva ‘Construcción’ con paneles reciclados de la exposición Las Edades del Hombre, celebrada en Oña en 2012, a los que ha dado color y nueva piel. La vida nace del caos…, incluido el cuadriculado ‘Móvil’ de Safet Bijelic.
Las fotografías de Abilio Estefanía han resistido el paso del tiempo y una nueva enmarca nuestro recorrido por El Jardín Secreto. Abi recurre de nuevo a Machado para que nosotros mismos construyamos nuestro futuro: ‘Se hace camino al andar’, dicen los dos senderistas que han dejado atrás el pórtico románico. Por ese arco parece que acaba de escapar ‘La estrella del viento’, una fotografía fugaz sobre lona, de Andrew Pick.
Nos acercamos a la zona del paseo con más arbolado. Rachel Merino insiste en señalarnos ‘El camino’ machadiano, o el de Delibes. Los pies descalzos, los zapatos vacíos. Livianos de equipaje dejamos huella en el mundo, con la alforja llena nuestros pasos se hacen invisibles… A pesar de ello, de un platanero cuelgan nuestros deseos, como fruta en sazón. Como si los hombres prehistóricos pidieran juguetes a los Reyes Magos en la ‘Televisión paleolítica’ de Diego Alonso.
Pero siempre hay tiempo de huir de esta sociedad consumista que glorifica lo efímero… De hierro y madera es el ‘Homenaje al viento’ de Chata Terrades, que, mirando a la puesta de sol, parece un barco zarpando hacia la inmensidad, abierta e incierta, de la vega de Oña y Tamayo que surca el río Oca.
Nos acercamos a la ría, escoltada por los tilos que plantaron los jesuitas. Andrea Zander vierte unas congeladas e inadvertidas ‘Gotas de agua’ sobre el lecho húmedo del canal. Las ‘Pirámides flotantes’ de Carlos Armiño han revivido en esta edición. Sus colores ponen el contrapunto a la mirada enigmática y rasgada de la niña que ha colocado Alberto Martínez sorbiendo con pajita la vida líquida que surge de las entrañas de la tierra, del generoso venero de Valdoso. La niña que quiere y no puede jugar con el ‘Viento, ¡que te atrapo!’, de Hsiaoyu Liu, como si la rebeldía del aire se pudiera embridar con un trasmallo…